Qué práctico sería
que un cepillo de dientes nos avisara de una pequeña caries, ¿no? O que por
ejemplo, todas las neveras trajeran incorporado un sensor para saber la fecha
de caducidad de cada alimento. Sí amigos, esto es el “Internet de las cosas” o “Internet
de los objetos” (IoT, por sus siglas en inglés), un concepto que surgió en el
Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
“Se acerca la digitalización
del mundo físico” o, dicho de otro modo, una revolución entre la forma de
interactuar entre las personas y los objetos, o los objetos entre ellos para
darnos información en tiempo real y constante, para de este modo estar
conectados en todo momento y facilitar nuestra vida diaria hasta el más mínimo
detalle.
Se calcula que en
2020, alrededor de 35.000 millones de dispositivos se conectarán a la red con
el fin de proporcionar a la población una serie de servicios y aplicaciones
inteligentes nunca antes vistas.
Según Hans Vestberg
, CEO de Ericsson, las repercusiones serán considerables: “Si una persona se
conecta a la red, le cambia la vida. Pero si todas las cosas y objetos se
conectan, es el mundo el que cambia”.
Para entender de
qué va el Internet de las cosas debemos también comprender que sus fundamentos
no son en lo absoluto nuevos. Desde hace unos 30 años que se viene trabajando
con la idea de hacer un poco más interactivos todos los objetos de uso
cotidiano. Ideas como el hogar inteligente, también conocido como la casa del
mañana, han evolucionado antes de que nos demos cuenta en el hogar conectado
para entrar al Internet de las cosas.
Todo ello, se ha
desarrollado prácticamente dentro del sector privado donde, el Internet de las
cosas, crece cada vez más. En sectores como la industria de producción en
cadena, el control de la infraestructura urbana, control ambiental o el sector
sanitario ha sido donde ha tenido más impacto y relevancia.
Pese a que las ventajas
son numerosas, como puede ser comunicarnos de un modo más rápido y sencillo o acceder
a cualquier tipo de información desde cualquier lugar, también hace que surjan
desventajas o inconvenientes en que todo se conecte a la red.
Las desventajas
pueden ir desde la información incorrecta o maligna, donde los más vulnerables
son los menores de edad hasta la dependencia absoluta de las tecnologías,
haciendo que perdamos buenas y saludables costumbres por la comodidad que nos
otorga el Internet de las cosas. A todo ello, podemos unirle el incremento de
la piratería, el spam, la suplantación de identidad, virus o malware, por
ejemplo.
Sea como fuere, tendremos que esperar a que el
tiempo ponga las “cosas” en su lugar y veamos el proceso de transformación que
supone conectar toda nuestra vida a Internet.